miércoles, 24 de agosto de 2016

El bar de la luz.


  ¿Cuál es el ángel,
que reina el espacio,
diáfano y frugal.

   Ligero como el vuelo
de esa sonrisa,
que alimenta
el espiritu,
que vence la fatiga,
el insomio.

 Y la claridad,
 atravieza
 el aroma crujiente,
 le penetra.

 Pan recién hecho,
 café que transporta
 al caribe, a africa,
 sin pestañar.

  ¿Porqué?, 
se pregunta el poeta.
  ¿Cuál es el misterio,
que a tantos convoca?
  ¿Qué extraño magnetismo,
reina en la atmósfera?

   En una esquina normal,
en una calle común,
de un pueblo cualquiera,
al pie de una montaña.

   Un templo.

A Dolores, Juan y Marcela del bar 1973 de Lloseta,
por la buena onda. 😃

lunes, 22 de agosto de 2016

La playa.

  Levanta intrépida,
su brazo victorioso
ella, la madre
de tantos desembarcos.

  Le grita ¡basta!
 al innombrable,
 y frena en seco,
sus tropelías,
sus atropellos.

   Pone la vista
 en la lejanía,
 horizonte esperanzado,
 preámbulo de futuro.

   Lo mira,
 con sus ojos
 claros de mujer
 la utopia.

   Congelas el momento,
 detienes el instante
 lo retratas,
 mientras la playa
 maternal y salobre,
 nos besa.

sábado, 20 de agosto de 2016

El flechazo.

Entró, con la velocidad de un estilete, abrió la piel, desgarró la carne y atravesó, certera, el órgano madre, que ante el impacto, se detuvo y dejó de bombear.
Mamá me había llamado a la cocina, como quién te convoca a un ministerio, con solemnidad y premura. En dos gritos secos y parapetrada tras un mate amoroso, preparaba la sorpresa. Habian pensado, me dijo, que con motivo de mi cincuenta aniversario, me daban el reloj de papi, que sabían que yo no era de relojes, pero que pensaban me haría ilusión. El silencio se apoderó del momento y la emoción rodó por la mejilla. La caja de cuero negro, con la inscripción "Pulsar" en dorado, guardaba en su interior, el espíritu de Pandora, que al abrirla liberó toda la energía del recuerdo.
La pieza lleva las marcas del tiempo tatuadas, y en su segundero parado, la memoria intacta de tantos eventos. Testigo infalible del casamiento de la Pitu, o el de Silvia, participó en cuanto acontecimiento nos convocaba. El reloj del viejo, la sorpresa que me rescata en un momento dificil, en una semana dura, cuando los clavos nos atraviesan las manos, los pies y la temporada rebolea el martillo sin piedad. Y golpea.
A mí me gustan los cumpleaños, más que las navidades, más que los fin de año. Me viene del niño que llevo adentro, tal vez... o de la pregunta existencial de ¿cuántos nacieron un 16 de julio del 66? ¿y a las 7 y cinco de la mañana ? ¿y en ese hospital de Santa Fe? ¿y de ese vientre?... Por eso, tal vez, es que me gustan tanto los cumpleaños.
El reloj del viejo que mamá y los chicos me dejan en custodia; la tarta de chocolate que Abril portaba en sus manos gigantes y, según me contó, escogió entre cientos de tartas; la visita con Maribel por la Alhambra, previas cañas, previas tapas; el torneo de ajedrez de Sa Pobla que Sergi ganó, solo para regalármelo; la visita de Manu Chao, cuando se enteró, conciertazo incluido; el asado que nos vamos a meter con los compas; todos los brindís y todos los abrazos, preámbulo de esta década que pienso vivir con la intensidad de las anteriores. En este mes de reales festejos... o permítanme el guiño, "festejos reales".

lunes, 15 de agosto de 2016

Un jornal en Palma.

Siempre es difícil. Entrar, digo. Siempre. Tu planificas la mañana, pero es azarosa, vengativa.
Hoy, por ejemplo. entraba a las 7.30h y vaya uno a saber porqué... la cola llegaba hasta Marratxí.
Pero ayer fue igual ¿sabés? o anteayer, la moneda girando en el aire, para caer, siempre o casi siempre, de cruz. Al final entras y cuando lo haces, te recibe despeinada y en transparencias, como la luz tenue que atraviesa la fronda de su arbolado en los paseos y boulevares. Esa es Palma. Despistada y fugaz, mientras yo furgoneteo sus calles, visito sus bares, indago su pulso imperfecto, la odisea.
Cuando logras llegar temprano, los "carga y descargas" cobijan particulares y hacemos imposibles para encontrar un hueco, un sitio donde aparcar la osamenta de lata que me trajo.
Y el jornal discurre implacable, con su sonrisa marchitándose al paso de las horas, la fatiga.
En ocasiones, cuando te tiene contra las cuerdas, te quita la respiración con su andar altivo, arrollador, despampanante...te paraliza y unos metros más allá la melodía del flaco con guitarra, te la devuelve casi sin saber, que en ese gesto, te salva la vida. O el soplo de aire fresco de los malabaristas en los semáforos, o el sufrimiento estóico de las mujeres y los hombres estatuas... Palma es así, la amas y la aborreces en la misma coctelera, y la mezcla resultante, es una mezcla extraña de cansancio y placer. Porque yo trabajo así, viviéndola. El reencuentro ha sido intenso, yo con mis gafas cayéndose a cada rato (o las arreglo, o me hago una muesca en la oreja... bueno, las arreglo), mirándola intentando penetrarla, redescubrirla. Ella, haciéndose la loca, me muestra sus tatuajes nuevos, su pearcing y su aire de mujer renovado. Me cuenta esperanzada que pronto le quitaran una espìna que la ata a su pasado más triste, un monolito, cuyo mármol volverá a la cantera de la que nunca debió haber salido.
Por la tarde, cuando el ocaso asoma, me sorprende. Y Juan Carlos, con su 65 años a cuestas me dice "que hacés rosarino"... ya no le corrijo, le abrazo, la vida nos cruza cada tanto, vende pinturas en calle San Miguel. Fluimos como siempre, que el café, que el asador donde trabajaba, se declara podemita desde el minuto cero, el tiempo se detiene. No es casual que seamos amigos, pienso. Juan Carlos, es entrañable, de esos seres humanos que la vida te regala y la ciudad dosifica, te entrega en cuotas, y aparecen justo cuando el abatimiento esta apunto de ganarte la partida... Nos prometemos futuros encuentros, visitas hogareñas y asados posibles... la ciudad dirá.
 Atractiva, intensa, impredecible, seductora, voraz, Palma te abraza.







miércoles, 3 de agosto de 2016

Febo asoma.


Esquivo,
hoy le cuesta
mirarme a los ojos.
Vocifera
en el lenguaje de los dioses,
el tardío despertar de los genios.
La dicha, abre,
su paraguas de esparto
y él se despereza intenso.
Le observo distante.
Le busco, inquieto,
desde el muro
de metal y viento.
Naufraga y emerge
bucea en el abismo
de noche, del ayer.
Él que es todo mañana,
él sediento de día.
Hasta que al fín,
encendido y vital,
es Pueblo,
que despierta.

martes, 2 de agosto de 2016

Reencuentro.

¿Sabrá el pájaro,
  el cargamento de amor,
  que su vientre en vuelo, porta?
¿Será sencible,
  al latir de madre,
 que bate el espacio
 surcando el firmamento?
 Sus ojos esmeraldas
 se dilatan,
 grandes... omnipresentes,
 atrapándolo todo,
 voraz mujer.
Y el labio que espera,
 besar la piel niña,
 respirar el aroma
de su cabello tierno,
 y el abrazo fundiéndose.
¿Sabrá la ciudad,
 del reencuentro
 próximo?
Del tsunami de amor
 enciernes.
Del huracan de besos
 que se avecina...
Sabrá de vos y ella,
 lo que yo.