Si muero mañana o pasado,
sin dejarte un beso o la última caricia.
Si soy hierro, cristal añicos,
cuneta húmeda, o simplemente fuego.
Si esa tarde, por fin,
huelo a caucho y sangre seca.
Cuando irremediablemente deje de ser,
desde la ausencia,
comienza a no olvidarme, entonces. Domingo, 11 de septiembre de 2011.