miércoles, 25 de marzo de 2015

Desesperando.

No bajes los parpados
no les ocultes bajo
la manta verde esperanza,
por favor, no lo hagas hoy,
no cedas a la somnoliencia
no te rindas.


Yo estaré ahí,
en la planta colgado
maduro, rojo,
de fibra hecho,
deseando
que una mañana,
despiertes y me comas
con cuatro bocados,
hasta el tuetano, la madera.


Y cuando sea semilla,
carozo al fín,
seré fertil,
fecundo,
arból, otra vez.





domingo, 8 de marzo de 2015

Beso.

" Si me prestás tu boca,
le dije, seguro que me beso.
O te beso sin más,
si te regalo la mía,
pensé, pero no se lo dije...
muriendo como estaba,
en el intento."

Paréntesis.

A café con leche,
a tostada matutina,
a despertares de sábado.
¿A qué saben los paréntesis?


A tus ojos escrutándome,
la comisura de tus labios comiéndome,
al suspiro contenido,
¿A qué saben los paréntesis?


A la charla con Sergi,
sobre novias y amoríos,
al rubor en sus mejillas.
 
A las primaveras en casa de Mar,
el multicolor de los banderines al viento,
y el abrazo fraterno con la gente querida.


A la mañana de pesca,
a la tarde de ajedrez,
a la caminata campestre.


A las cañas con los cumpas,
a la energía de la asamblea,
a la plaza de mercado.


En medio de tanta vida,
los paréntesis,
haciéndonos sentir,
únicos, vitales, imprescindibles.


Paréntesis de vida,
en medio de tanta..





lunes, 2 de marzo de 2015

Tatino y Elvira.

Tatino y Elvira, eran amigos de mi viejo de la infancia, de la juventud. Los años les fueron alejando y mientras los primeros sufrieron persecución y cárcel por sus ideas, papá se enredó en esto de la vida. Siempre fueron grandes amigos y cuando lograron reencontrarse y nos visitaban, yo les veía como si se tratase de magníficos.
Cuando mi viejo enfermo del corazón, Tatino y Elvira desplegaron toda la solidaridad que posee la gente noble, acogiendole en Buenos Aires, desviviendose por ayudarnos. Yo les visité, estrenando los primeros 18 y hablamos de política e inquietudes. Él me prestó unos libros, a sabienda, estoy seguro, que jamás se los devolvería... ese gesto de generocidad extrema me marcó para siempre.
Quizás sea por eso que cuando me fuí, dejé mi biblioteca sembrada en casas de amig@s. Fué como una ceremonia de despedida. No eran tantos, pero hubo desgarro y alegría a partes iguales. El texto de Federico Coutaz , me recuerda este gesto y aquél, como si de un mismo episodio se tratase.