domingo, 30 de octubre de 2016

Nunca.

    Nunca tan sólo,
ni desolado,
tan desierto,
ni tan vacío.

    Nunca tan espina,
ni tan árido,
ni tanta controversia,
ni tan perdido.

     La mañana
en que el sol
no sale,
es todo noche
sombra infinita,
busco un gajo
donde agarrarme,
la ingravidez
en la caída.

     El precipicio
guarda inconsciente
el fondo oscuro
del desespero.

     Nunca tan sólo
ni desolado,
ni la presencia
del carcelero.

El beso.



    Viaja herido
 en la espesura,
 el beso huerfano
 de labio.

    Yace en el asfalto
 del olvido,
 triste destino
 del audaz.

    Cautivo,
 mira la noche,
 no le cobija,
 le niega asilo,
 le exilia.

    Y ahí,
 en la frontera
 de los territorios,
 en las alambradas
 del silencio,
 mira su espalda
 y le crecen alas.