Los niños y las niñas
los ancianos todos,
las madres, borradas
de la faz de la tierra,
los brazos rotos,
el horror en sus caras,
me duelen.
Cada bomba,
cada botanada de fuego,
lacera mis mañanas,
mina mi sonrisa,
el desasosiego.
Cada escombro,
cada fosa común,
todos los amaneceres
truncados,
pesan sobre mí.
No hay consuelo
posible,
en este mundo
mudo.
Golpear al capital sionista,
donde este presente,
única herramienta
del desahogo.
La ayuda posible
de las hormigas,
organizarse y golpear.
Organizarse y golpear.
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