domingo, 22 de noviembre de 2015

De banderas y dolor.

Cuando llegaban, el viernes 13, las noticias de los atentados de París, el alma se nos condensó en un puño. A poco que el aquelarre dantesco de cifras y atrocidades nos abordaba, la solidaridad y el amor a cada una de las víctimas que íbamos descubriendo, crecía. Enseguida reaccionamos haciendo twits, escribiendo poemas, redactando manifiestos y enarbolando nuestros perfiles con la bandera del pueblo herido.


Y cuando en el marco del estupor intentábamos entender qué pasaba, 17 aviones de guerra despegaban de Jordania con sus estómagos cargados de fuego y objetivos a destruir... ¿Se puede coordinar eso en 24 horas? Lo de bombardear objetivos, digo. Y los titulares nos desayunaban: "GUERRA" cuando deberían decir que llevamos años desestabilizando la región y que ya estábamos en guerra y que nuestros ciudadanos ya corrían peligro.


Intentaba comprender cuando, casi a la vez, reventaban cuerpos en un mercado de Beirut y mientras mi cabeza razonaba el buscar la bandera del Libano, en Nigeria más de 50 inocentes volaban por los aires. Y ayer le tocaba a un hotel de Mali en la macabra crónica. Y hoy los muertos caminaban por Israel.


Retiré la bandera de Francia 48 horas después porque comprendí que la danza de banderas será interminable en este mundo que parece que asoma, pero en el que hace ya años que vivimos. Donde los ciudadanos corren peligro al pasear sus niños por el parque, al tomar un café en la terraza,  al ir a un recital, al comprar en un mercado.


Cuando la compañera me recordó que la foto del perfil del círculo conservaba aún la bandera francesa, decidimos cambiarla, aunque es obvio que nuestro dolor acompaña al pueblo galo y sus víctimas... y a todos los pueblos que sufren el peligro, ya viajen las bombas en cinturones o en pájaros de acero.


Desde Podemos, para comenzar a atajar el problema, se contestó de manera contundente con 7 medidas que defendemos ante el Parlamento Europeo y ante la hipocresía de los gobiernos, que son parte y juez. Nos queda aún mucho trabajo por venir.

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