Cuando la noticia,
la noche fue un calvario.
En la mañana, dejé de respirar.
Por la tarde,
se me paró el corazón.
El amanecer siguiente,
lluvioso y frío,
me dejó sin lágrimas.
El crepúsculo arraso,
el último aliento.
Y, al tercer día,
cuando rendido,
el viento del norte
comenzó a mover las banderas.
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