martes, 17 de octubre de 2017

La Pelota Imposible.


  1. Hubo un tiempo en el que llegaba a todas las pelotas. No era bueno, tenía una gambeta , que no estaba mal, y en el toque corto, se defendía bastante... tenía lo que dicen profundidad. Ahora cuando tiraban una pelota por la banda las corria a todas, incluso a las imposibles esas que uno piensa no va a llegar, no va a llegar... y llega. Asi era "el peti", rápido en el sprint, y luchador de las pelotas perdidas.
    Cuando salió del reducto familiar del patio de... la casa y se incorporo al barrio, lucia la camiseta de Unión de Santa Fe, con el dorsal numero 7 (que por entonces portaba Heber Ernesto Mastrangelo, un jugador rapidisímo, desbordante), en el barrio ya había un Sergio. Por eso el Gaby, el Fernando, el Carlitos (los capos de la pandilla), le rebautizaron con el apellido del mítico jugador tatengue. Así fue entonces conocido primero con el sobrenombre de "Mastrangelo", que con el tiempo se fue abreviando con el simple... "el Mastran". Fue conocido por los campitos de Escalante, de Don Bosco, de Santa Teresita y algún que otro, barrio contra barrio. El pibe siempre jugaba igual, iva a por todas y si podía hacer un gol bonito, lo festejaba más que quince feos. No era un perfeccionista, que va!... le encantaban los goles raros, los de palomita, los cruzados al rincón, las carambolas, la improvisación. Amaba la belleza, la belleza de lo imperfecto,
    En el cole siempre fue “el peti”, pero al final del curso cuando cundían los abrazos y las promesas de: – nos seguiremos viendo!!! Ariel Fernández le puso en el libro de despedias “ al mejor “Alí” (otro jugador tatengue) y puntero derecho, del 7 A”. Comprendió entonces que talvez esa era su seña de identidad, la de pelearlas todas, la de correr todas las pelotas incluso las imposibles... sobretodo las pérdidas.
    Con el tiempo reconoció en rueda de amigos y con la boca pequeña, que comenzó a darse cuenta que los años le ivan cayendo encima una tarde cualquiera, en una carrera cualquiera cuando, pese al esfuerzo, los rebufos, la agitación palpitante... no llegó.
    Y fue entonces, cuando el desánimo estaba por apoderarse de su cuerpo y la cabeza tirar la toalla, que pensó, en cuantos partidos le quedaban por jugar, que cuantas pelotas le tiraría la vida por la banda... y saben que, decidió, jugarlos todos, correrlas todas. Porque al fín y al cabo la vida es eso, un intento que a veces nos sale bien.

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