¿Qué quieres? Preguntó.
Tus ojos,
contestaron los míos.
¿Qué buscas? Insistió.
La textura de esos labios,
fundiéndose.
¿Cuán intenso?
Como el loco torbellino
de tu pelo en cascada,
en catarata de vida,
toda vos enredándome.
¿Porqué hoy?.
Tal vez mañana
nos cubra la bruma.
Y en ese instante,
el destello,
iluminó la comarca.
Junto al mar suave,
bajo la luna atenta.
sábado, 30 de abril de 2016
domingo, 24 de abril de 2016
Oda al "califorato"
Mi primer coche fue un "califorato", era una ambulancia Ford Fairlane, que compré a un funebrero de Laguna Paiva en una suerte de trueque y que fui pagando con los ataúdes que fabricábamos con mi hermano y el negro Miguez. El "califorato" pasó, entonces, de transportar tristeza, a sembrar vida. Reconvertido en utilitario, la otrora ambulancia, se entregó por entero a surcar las noches santafesinas, montando peñas, encuentros culturales, mercadillos, pegada de carteles, campaña.
Recordaba conmigo en una de nuestras largas tertulias, la noche aquella en la que sacó del Centro Balear a los ochos integrantes de una murga, ¡con los tambores y todo, llevándoles hasta Santo Tomé! repetía el noble vehículo, mientras apuraba su "fernet con coca". O el día aquel que, junto al Negro y al Flaco, en medio de una tormenta que arreciaba, cubrió los ochenta kilometros hasta Helvecia, con el limpiaparabrisas roto. Me contó su estupor cuando bajamos a la radio del pueblo, a anunciar que habíamos llegado, era la fiesta de la primavera. O aquella tarde noche, en la que nos lanzamos a la carretera con combustible solo para la ida... otros ochenta kilometros, pero no podia fallarle al amigo. Actuación, canto y poesía, y nos prestaron el dinero para la vuelta.
Interpelado por su nombre, le confié, que habia sido ocurrencia del flaco Neme, y que con el tiempo fue un término muy popular en la jerga universitaria, ¿me prestás, Peti, el califorato (ambulancia)? ¿hacemos, Peti, unos "califoratos" (nos tomamos unos vinos o birras)? ¿salimos a "califoratear"... muchas definiciones diferentes: lo que se dice un término universal.
No paramos de reir, de conocer, de soñar. El "califorato", che, una nave maravillosa, interestelar. Le fundí el motor en un despiste, no funcionaba el limpiaparabrisas, ni el marcador de nafta, no tenía los papeles, pero me encantaba su pulso, su versatilidad, su conducción... Lo vendí por doscientos mangos, que no terminé de cobrar. Así era el Peti.
Hoy les presento a la "califorata", una Nissan Vanette, en su primer bautismo de guerra, en el que sembró rosales en los maceteros que cuidamos con S´Ateneu de Santa Margalida. De aquel Ford Failene, a esta mina le separan unos treinta años y miles de kilometros... pero me aseguró, que su espíritu está intacto.
Recordaba conmigo en una de nuestras largas tertulias, la noche aquella en la que sacó del Centro Balear a los ochos integrantes de una murga, ¡con los tambores y todo, llevándoles hasta Santo Tomé! repetía el noble vehículo, mientras apuraba su "fernet con coca". O el día aquel que, junto al Negro y al Flaco, en medio de una tormenta que arreciaba, cubrió los ochenta kilometros hasta Helvecia, con el limpiaparabrisas roto. Me contó su estupor cuando bajamos a la radio del pueblo, a anunciar que habíamos llegado, era la fiesta de la primavera. O aquella tarde noche, en la que nos lanzamos a la carretera con combustible solo para la ida... otros ochenta kilometros, pero no podia fallarle al amigo. Actuación, canto y poesía, y nos prestaron el dinero para la vuelta.
Interpelado por su nombre, le confié, que habia sido ocurrencia del flaco Neme, y que con el tiempo fue un término muy popular en la jerga universitaria, ¿me prestás, Peti, el califorato (ambulancia)? ¿hacemos, Peti, unos "califoratos" (nos tomamos unos vinos o birras)? ¿salimos a "califoratear"... muchas definiciones diferentes: lo que se dice un término universal.
No paramos de reir, de conocer, de soñar. El "califorato", che, una nave maravillosa, interestelar. Le fundí el motor en un despiste, no funcionaba el limpiaparabrisas, ni el marcador de nafta, no tenía los papeles, pero me encantaba su pulso, su versatilidad, su conducción... Lo vendí por doscientos mangos, que no terminé de cobrar. Así era el Peti.
Hoy les presento a la "califorata", una Nissan Vanette, en su primer bautismo de guerra, en el que sembró rosales en los maceteros que cuidamos con S´Ateneu de Santa Margalida. De aquel Ford Failene, a esta mina le separan unos treinta años y miles de kilometros... pero me aseguró, que su espíritu está intacto.
domingo, 10 de abril de 2016
El ejercicio del recuerdo.
"Empujo la pesada puerta, pidiendo permiso, chirriaba apenas y el sonido leve cortó el bullicio de nuestra clase de pequeñines. Buen día, señorita Selva, dijo la pequeña, mi mamá me pidió si le podía mandar tizas (o làpices, o cartulinas... ¡Qué sé yo!) Solo recuerdo que en ese instante, por la claraboya existente en la pared, un rayo de luz atravesó el aire, detuvo las partículas en suspensión e iluminó la cara de la pequeña, sus cachetes rosados, su cabello con dos coletas iguales y esa sonrisa que amanecía. Yo, petrificado, miré a Luisito Seguro que dibujaba absorto, ensimismado en su hoja de papel, y descubrí que ese momento me acompañaría toda la vida. Está claro, que en el jardín de mi infancia, en esa primaria, maravillosa están los cimientos de mi sensibilidad actual.
Un año mas tarde, quedaba atrás la señorita Selva, a quien amábamos, y la aventura de la escuela se nos presentaba intrépida y avasallante. Yo pasé el primer día una suerte de test en el que tenías que pintar sobre una línea... recortar en zic-zac... en fin, un puñado de esas habilidades manuales que en mí eran profundamente esquivas, y como os podéis imaginar, entre los cursos A, B y C ( donde nos seleccionaban por aptitudes) me tocaba el C, sin contemplaciones. Y salimos, entonces, al salón techado, el gran patio cubierto del Colegio Normal, y me fundí en un abrazo con Luisito, Pablito, Marcelo y entre el grupo estaba la niña que portaba el sol, riendo y charlando con mas niñas y ahí me quedé... en el A. Cuando la señorita Escudero me preguntó ¿Y vos estás acá? Le habré contestado con un ¡claro!, o un ¡sí!, tan contundente que entré al A de manera un tanto... trucha. Tal vez en este hecho estén los cimientos de ese puntito de desfachatez tan necesario para vivir.
Y así transcurrió la primaria, hermoso crisol de lealtades y amigos, de complicidades y descubrimientos, la imagen de aquella niña se mantuvo en el tiempo y las bromas y los corrillos eran dominio de todo el colegio. Recuerdo un día cuando le confié a mi gran amigo Pablito Cocuzza que había escrito debajo de la mesa del comedor el nombre de la piba que me gustaba en morse y al revés (eran épocas del agente 007 y quien más, quien menos, portaba, en sus alforjas una historia de espía). Pablito se tiro debajo de la mesa y leyó en voz alta... An.. ¡Si ya lo sabe todo el mundo, boludo!!! dijo riendo. pero así era el Peti, tímido y soñador.
Cada minuto de aquella infancia, intensa y feliz, se agolpan en mi memoria, hoy que Sergi, con trece años a cuestas, descarga sus confidencias, y desengaños. Y me pregunta, y escarba... Un lindo ejercicio... ¿y el tuyo?
Un año mas tarde, quedaba atrás la señorita Selva, a quien amábamos, y la aventura de la escuela se nos presentaba intrépida y avasallante. Yo pasé el primer día una suerte de test en el que tenías que pintar sobre una línea... recortar en zic-zac... en fin, un puñado de esas habilidades manuales que en mí eran profundamente esquivas, y como os podéis imaginar, entre los cursos A, B y C ( donde nos seleccionaban por aptitudes) me tocaba el C, sin contemplaciones. Y salimos, entonces, al salón techado, el gran patio cubierto del Colegio Normal, y me fundí en un abrazo con Luisito, Pablito, Marcelo y entre el grupo estaba la niña que portaba el sol, riendo y charlando con mas niñas y ahí me quedé... en el A. Cuando la señorita Escudero me preguntó ¿Y vos estás acá? Le habré contestado con un ¡claro!, o un ¡sí!, tan contundente que entré al A de manera un tanto... trucha. Tal vez en este hecho estén los cimientos de ese puntito de desfachatez tan necesario para vivir.
Y así transcurrió la primaria, hermoso crisol de lealtades y amigos, de complicidades y descubrimientos, la imagen de aquella niña se mantuvo en el tiempo y las bromas y los corrillos eran dominio de todo el colegio. Recuerdo un día cuando le confié a mi gran amigo Pablito Cocuzza que había escrito debajo de la mesa del comedor el nombre de la piba que me gustaba en morse y al revés (eran épocas del agente 007 y quien más, quien menos, portaba, en sus alforjas una historia de espía). Pablito se tiro debajo de la mesa y leyó en voz alta... An.. ¡Si ya lo sabe todo el mundo, boludo!!! dijo riendo. pero así era el Peti, tímido y soñador.
Cada minuto de aquella infancia, intensa y feliz, se agolpan en mi memoria, hoy que Sergi, con trece años a cuestas, descarga sus confidencias, y desengaños. Y me pregunta, y escarba... Un lindo ejercicio... ¿y el tuyo?
sábado, 9 de abril de 2016
Sevilla.
Hay Sevilla...
con su solera y su encanto,
señorial, cosmopolita.
Engalanan la vida,
en las calles las gentes,
de sonrisas y charlas tendidas.
Hay Sevilla,
irreverente y devota,
de una orilla a la otra,
de cantaores y farolillos,
de carruajes y zapatillas.
Cuán abundante y concurrida,
en los bares,
en las tapas servidas...
Hay Sevilla,
tan humana, tan crisol,
tan diversa, tan distinta,
que a tus encanto me rindo,
desde la Macarena a Triana,
por tus paseos deambula...
la maravilla.
sábado, 2 de abril de 2016
Absurdo inconcembible.
La muerte de Hernán, es uno se esos absurdos inconcebibles, que nos sacuden y nos desgarran, en infinitos porqués y porqués, que no encuentran respuestas. Atrás los amores compartidos, atrás las charlas hasta la madrugada, atrás las cervezas y los dias de pesca, atrás la vida.
Si tengo que recordar cosas, y recuerdo, le veo corriendo pelota en pie, bien juntita, la loca carrera gambeteando piernas, troncos, piedras, árboles, en el parque Garay. Como si de William Wallace, se tratase, corriendo sobre picas, espadas, yelmos, escudos, con un objetivo: la meta.
O la noche aquella que nos confesábamos lo inconfesable, y en el abrazo, sellábamos todas las paces, todos los adioses, todos los hasta luegos.
Hace unos meses, vino a Mallorca, me había avisado que tal vez, que me escribiría antes... y una mañana recibí en mensaje: estoy acá, ¿y cuándo te vas? mañana... ¿mañana????!!!
Mierda de vida, tan protocolar, tan porqué no avisaste antes, tan pelotuda.
Ahora la tristeza se mastica y el mate diario, sabe mas amargo aún.
Ahora te imagino, cabalgando, esa puta muerte tuya, hasta domarla, hasta hacerla dócil, serena en el camino cierto al Olimpo, tu habitat natural, Pelado querido, vos: mi superhéroe.
Si tengo que recordar cosas, y recuerdo, le veo corriendo pelota en pie, bien juntita, la loca carrera gambeteando piernas, troncos, piedras, árboles, en el parque Garay. Como si de William Wallace, se tratase, corriendo sobre picas, espadas, yelmos, escudos, con un objetivo: la meta.
O la noche aquella que nos confesábamos lo inconfesable, y en el abrazo, sellábamos todas las paces, todos los adioses, todos los hasta luegos.
Hace unos meses, vino a Mallorca, me había avisado que tal vez, que me escribiría antes... y una mañana recibí en mensaje: estoy acá, ¿y cuándo te vas? mañana... ¿mañana????!!!
Mierda de vida, tan protocolar, tan porqué no avisaste antes, tan pelotuda.
Ahora la tristeza se mastica y el mate diario, sabe mas amargo aún.
Ahora te imagino, cabalgando, esa puta muerte tuya, hasta domarla, hasta hacerla dócil, serena en el camino cierto al Olimpo, tu habitat natural, Pelado querido, vos: mi superhéroe.
viernes, 1 de abril de 2016
La trenza.
Y en el instante de la trenza,
sus ojos tejen
frágiles primaveras,
el silencio profundo
de la carcajada.
Detenido el tiempo,
en el espacio preciso,
fluyen las palabras,
las ideas,
el pensamiento florece,
Ha! si fuera solo eso,
la loca alegría de vivir.
sus ojos tejen
frágiles primaveras,
el silencio profundo
de la carcajada.
Detenido el tiempo,
en el espacio preciso,
fluyen las palabras,
las ideas,
el pensamiento florece,
Ha! si fuera solo eso,
la loca alegría de vivir.
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