Entró, con la velocidad de un estilete, abrió la piel, desgarró la carne y atravesó, certera, el órgano madre, que ante el impacto, se detuvo y dejó de bombear.
Mamá me había llamado a la cocina, como quién te convoca a un ministerio, con solemnidad y premura. En dos gritos secos y parapetrada tras un mate amoroso, preparaba la sorpresa. Habian pensado, me dijo, que con motivo de mi cincuenta aniversario, me daban el reloj de papi, que sabían que yo no era de relojes, pero que pensaban me haría ilusión. El silencio se apoderó del momento y la emoción rodó por la mejilla. La caja de cuero negro, con la inscripción "Pulsar" en dorado, guardaba en su interior, el espíritu de Pandora, que al abrirla liberó toda la energía del recuerdo.
La pieza lleva las marcas del tiempo tatuadas, y en su segundero parado, la memoria intacta de tantos eventos. Testigo infalible del casamiento de la Pitu, o el de Silvia, participó en cuanto acontecimiento nos convocaba. El reloj del viejo, la sorpresa que me rescata en un momento dificil, en una semana dura, cuando los clavos nos atraviesan las manos, los pies y la temporada rebolea el martillo sin piedad. Y golpea.
A mí me gustan los cumpleaños, más que las navidades, más que los fin de año. Me viene del niño que llevo adentro, tal vez... o de la pregunta existencial de ¿cuántos nacieron un 16 de julio del 66? ¿y a las 7 y cinco de la mañana ? ¿y en ese hospital de Santa Fe? ¿y de ese vientre?... Por eso, tal vez, es que me gustan tanto los cumpleaños.
El reloj del viejo que mamá y los chicos me dejan en custodia; la tarta de chocolate que Abril portaba en sus manos gigantes y, según me contó, escogió entre cientos de tartas; la visita con Maribel por la Alhambra, previas cañas, previas tapas; el torneo de ajedrez de Sa Pobla que Sergi ganó, solo para regalármelo; la visita de Manu Chao, cuando se enteró, conciertazo incluido; el asado que nos vamos a meter con los compas; todos los brindís y todos los abrazos, preámbulo de esta década que pienso vivir con la intensidad de las anteriores. En este mes de reales festejos... o permítanme el guiño, "festejos reales".
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