Esquivo,
hoy le cuesta
mirarme a los ojos.
Vocifera
en el lenguaje de los dioses,
el tardío despertar de los genios.
La dicha, abre,
su paraguas de esparto
y él se despereza intenso.
Le observo distante.
Le busco, inquieto,
desde el muro
de metal y viento.
Naufraga y emerge
bucea en el abismo
de noche, del ayer.
Él que es todo mañana,
él sediento de día.
Hasta que al fín,
encendido y vital,
es Pueblo,
que despierta.
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